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La gata colorada

Tras la pista de Nina

Tras la pista de Nina

Un martes de noviembre, a eso de las 8 de la noche, el cielo se puso muy oscuro y se desató una tormenta que arrastró con varias ramas del laurel del jardín. Mis gatas Nina y Miranda a esa hora vuelven de su paseo por muros y medianeras. Miranda no se hizo esperar; ni bien chifló el primer viento apareció en la galería.
-¿Y Nina?. -Ya va a volver, dijimos. -Se estará refugiando debajo de algún techo, nos consolamos.
Pero luego de dos días de espera, no apareció. Glup… nudo en el estómago. Se perdió.
¿Lloramos o la buscamos? Hicimos un plan familiar.
Paso 1: Hablar con la veterinaria. “Tiene que estar cerca. Salgan de noche con su tarro de comida y la llaman. Si está asustada, quizás se anime a salir cuando haya silencio”
Paso 2:   Hablar con mi amiga Laura (ella es como una enciclopedia gatuna). “No puede estar lejos, seguro está en algún patio o jardín cercano y no puede volver”
Paso 3: Imprimir carteles con la foto de Nina para pegar en los negocios vecinos.
Paso 4: Tocarle el timbre a todos los vecinos para que supieran que Nina estaba perdida y nos ayudaran a buscarla.
Diseñado el plan, toda la familia puso manos a la obra.
Así pegamos carteles en la pizzería, en la fiambrería y en los tachos de basura de las esquinas. Y conocimos a todos los vecinos de la manzana.
-Ring!!! –tocábamos el timbre.
-¿Quién es? – contestaba el vecino detrás de la puerta o apenas entreabriendo la ventana para ver quién era.
-Hola, perdoname que te moleste, yo vivo acá a la vuelta y perdí a mi gatita. Es negra, tiene un collar rojo y quería pedirte que si la ves, me avises.
Y entonces ocurría algo mágico. El vecino corría la cortina y abría la ventana, o salía a la calle y nos escuchaba. Y nos preguntaba cómo era, cuándo se había perdido y casi nos abrazaba dándonos aliento y confianza. De golpe, los vecinos de las casas de mi manzana se volvieron amigos; pedimos ayuda y abrieron la puerta.
Volviendo a casa nos encontramos con Teresa, mi vecina de al lado, que cuando nos vio con cara de detectives de mascotas nos dijo “yo escucho maullar a un gato en el jardín que da al fondo de mi casa”. Nos dejó pasar, nos prestó una escalera, nos subimos lo más alto que pudimos, nos paramos en puntas de pie y con el cuello estirado para lograr ver del otro lado del muro……. la vimos!!!!!
Sí, Nina estaba allá abajo, en un jardín rodeado de unos muros muuuuy altos. En cuanto nos vio, empezó a maullar fuerte y yo desaté mi garganta con un estruendoso “Apareció Nina”.
En la casa no había nadie. ¿Cómo la íbamos a sacar? La vecina me dijo que llamara a los bomberos pero, entre dimes y diretes, logramos sacarla con una canasta y una soga.  Con una paciencia oriental esperamos a que entrara en la canasta y despacito, despacito la fuimos subiendo como si la trajéramos del fondo del aljibe.
Dormimos bien esa noche, estábamos todos en casa.
Y desde ese día, los vecinos me reconocen, me sonríen y le mandan saludos a mis gatas.

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