Payaso era un Setter Irlandés paciente mío desde hacía mucho y muy mimado por sus dueños. Se había ganado ese nombre por el temperamento vivaracho y la expresión juguetona y feliz que había demostrado desde cachorro: “-No sabemos de qué estará tan contento”-, decían sus dueños a menudo. Debido a sus catorce años, tenía bastantes achaques que sobrellevaba bien gracias a los cuidados que recibía. Ni siquiera tenía canas en el hocico: -“es un jovato bien mantenido-”, decían los chicos de la casa, ya convertidos en jóvenes que habían crecido con Payaso como compañero de juegos. El movimiento de la cola era constante y enérgico. Muchas veces bromeamos acerca de usarla para obtener energía: “Con un dínamo, éste te mantiene la casa hasta con el aire acondicionado prendido”sombríos, pero antes de alarmar a los dueños, decidí hacerle otros estudios … A último momento tuve un toque de intuición y arriesgué:
— ¿Seguros que no comió nada más que hielo?
— ¿Hielo? ¿Qué hielo? Le dimos los cubitos como nos dijo usted ¡Y cómo le gustaron! Tuvimos que salir a comprar más. Más de veinte se comió, de cuatro quesos, de crema y verdeo, de panceta y jamón, …
Susana cavallero
Divulgadora científica