Migas y estrellas de Navidad
A esta altura del año Fidelia, mi amiga la hormiga, trabaja con alegría. No me sorprende que trabaje mucho, siempre lo hace; lo raro es que lo haga con tanto ahínco y dedicación. La veo salir de su agujero con la espalda liviana y al rato la veo entrar con migas de lo más diversas: pedacitos de almendra, de pan dulce, de turrón y de mazapán. Es lógico, toda la familia está alborotada con las fiestas. Se huelen budines y pan dulces. Se oyen cáscaras de nueces, de avellanas y de almendras y Fidelia y todos sus amigos saben que es momento de estar atentos y cosechar todas las migas que vayan cayendo. A mí no me interesan tanto los dulces y durante los días de verano sólo me interesa descubrir el lugar más fresco de la casa. A mí lo que me gusta es salir de noche y mirar el cielo. Las noches de Diciembre son bellas, las estrellas muestran sus constelaciones: Centauro, el Can mayor, el Can menor, Orión, Perseo. ¿Podrá Fidelia mirar el cielo? ¿A las hormigas les gusta mirar para arriba o sólo piensan en sus hormigueros? Hoy la voy a invitar a mirar el cielo, se acerca Navidad y quizás pasa Papá Noel con sus renos y su trineo.
Rodolfo, el reno de la nariz roja
Una adaptación del cuento de Robert Louis May, 1939.
¿Cuántos renos tiran del trineo de Papá Noel?
Había una vez un reno llamado Rodolfo. Era grande, era lindo y era ágil, pero todos se burlaban de él porque había nacido con una nariz roja, enorme y brillante.
Le decían “parecés un payaso” o “tenés una manzana en la nariz” y Rodolfo sentía tanta vergüenza que siempre caminaba solo. Su familia también sentía mucha pena por él y Rodolfo terminó encerrándose y apartándose de todos.
Una Nochebuena las estrellas brillaban más que nunca y Papá Noel preparaba su trineo como todos los años. Contaba y alineaba los ocho renos que tiraban de su trineo para repartir regalos por todo el mundo. Ya tenía todo preparado cuando de repente una terrible tormenta se desató y la neblina cubrió toda la tierra.
-No vamos a poder volar en trineo, no vemos nada, los renos están desorientados y asustados- pensaba Papá Noel.
¿Cómo encontrarían las chimeneas?, ¿Dónde dejarían los regalos?
De repente, a lo lejos, vio una luz roja y brillante y empezó a seguirla con su trineo y los renos. ¿Qué era esa luz? ¿De dónde salía el brillo intenso de esa linterna?
¡Era el reno Rodolfo!
-¡Por favor Rodolfo, necesitamos tu ayuda, nos tenés que guiar!- le suplicó Papá Noel.
Sorprendido y feliz, Rodolfo encabezó la marcha de los renos iluminando y guiando a Papá Noel para que bajara por las chimeneas a dejar los regalos y desde ese año son nueve los renos que remontan el trineo navideño.
¡Pavada de héroe Rodolfo! Sin su nariz roja hubiera sido una Navidad sin regalos, sin trineo y sin renos atravesando el firmamento.
Aquellos que no creen en la magia nunca la encontrarán
Un relato breve de Roald Dahl
Un par de golondrinas construyeron su nido en una viga de madera del cobertizo donde guardamos las herramientas. Vivimos en Inglaterra, en Great Missenden y lo que me resulta asombroso es que cada otoño vuelan miles de millas junto a sus crías hacia el Norte de África y seis meses más tarde vuelven a la misma viga del mismo cobertizo y vuelven a construir su nido. Todos los años, durante los últimos seis años lo construyeron en el mismo lugar.
Ni el ornitólogo más brillante del mundo puede aún explicar cómo lo hacen.
Claudia Cid
Claudia Cid
Narradora