Es que son geniales. Llegás a tu casa y tu perrito o perrazo te salta encima, te lame la cara, te tira la mochila, el cable de los auriculares se enreda, se cae tu compu, vuela el celular, se desarma, la batería queda debajo del mueble y vos lo abrazás, le tocás el hocico y le decís “cositavenga acá- cómo estuviste- sit- hop- hip- pss- acá- acá”. Un delirio gutural lleno de abrazos e interjecciones. Un alivio, una liberación.
Claudia Cid
Narradora