¿Cómo eras de chiquito?, ¿Qué cosas te gustaban?
De chico siempre fuí un apasionado por el juego, es más, siento que la vida es un juego maravillosamente complejo donde todos los días aparecen oportunidades y situaciones que nos permiten a veces obtener lo que buscamos y otras veces no. Nos enfrentamos con el triunfo y la derrota permanentemente. El juego es el espacio de mayor aprendizaje que puede tener una persona, en el juego pasa de todo. El juego es la herramienta fundamental en la vida animal, cada familia le enseña a sus crías hábitos de supervivencia a través del él.
¿En tu mundo infantil gobernado por el juego, había un espacio para una mascota?
De chiquito solo tuve una tortuga, vivíamos en departamento, éramos 5, mis padres y tres hermanos; nos gustaban las mascotas y siempre hablábamos de la posibilidad de tener un perro.
Por diferentes razones no lo hicimos, quizás porque nos mudábamos muy seguido, o porque dudábamos de que el espacio fuera el adecuado, y no sabíamos muy bien que hacer con él cuando no estábamos o viajábamos. En fin, no se dio.
Cuando tenía 8 años, fui a buscar una pelota al jardín de una casa, de golpe apareció un perro y me mordió. A partir de ese momento empecé a tener temor a los perros grandes; hasta mi adolescencia cuando veía venir uno, me
cruzaba de vereda. Aprendí que el perro huele tu adrenalina, entonces te persigue más, y a partir de ese momento tome como un desafío el perder el temor. Muchos de mis amigos tenían perros y una relación espectacular con ellos, y empecé a darme cuenta de dónde venían esos miedos. Esto me sirvió mucho en el deporte, me di cuenta que nosotros tenemos miedo cuando la amenaza es superior a los recursos que tenemos, como cuando tenemos miedo de jugar una final porque sentimos que los recursos que tenemos son limitados en relación con la amenaza que vemos del juego con el oponente. Entonces empecé a analizar que si nosotros hacíamos crecer nuestros recursos bajaban las amenazas, y por lo tanto bajaba el miedo; y empecé a preguntar a las personas que tenían perros como eran, como funcionaba el mecanismo de relación con ellos y pude acercarme a todos los amigos que tenían perros. Me di cuenta que había hecho un juicio apresurado al pensar que todos los perros me podían morder y que a lo largo de mi vida sólo uno lo había hecho, y que quizás sucedió porque al correr pensó que yo quería jugar, o porque invadí su territorio. Cuando empecé a conocer cómo eran los perros y cómo se relacionaban, empezaron a crecer mis recursos y de a poquito empecé a sentir que podría tener más poder de acción: fue bajando el temor porque subió el conocimiento del animal y la amenaza desapareció._________
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