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El perro urbano

Tiempos modernos

Tiempos modernos

LA COLUMNA DE JAVIER BORACCHIA
Algunos inmigrantes que llegaron a la Argentina trajeron a sus perros, muchos otros criaron animales para compañía, para que ayuden a trabajar en sus tareas y para consumo. Escritores y poetas son los que dan testimonio de este momento histórico ligando al hombre, a su incertidumbre y a su animal como figura estrecha de su historicidad vinculada a la identificación de su tierra de origen y de su fidelidad.

La Argentina fue uno de los principales países latinoamericanos receptores de la gran corriente migratoria europea que tuvo lugar durante el período transcurrido desde 1875 hasta 1950.
El escritor y poeta uruguayo José González Carbalho, en uno de sus poemas llamado “Nostalgia”, enumera las posesiones que el niño inmigrante tenía en Galicia: “un río, un monte, un horizonte, su perro y sus canciones”.
Syria Poletti, novelista y autora de literatura infantil ítalo-argentina en uno de sus cuentos
“Un carro en la esquina”,  detalla a su protagonista, el Calabrés Serafín, “el vigilante de la cuadra le regaló un perro, un cachorro tan andariego como él; nacido para vivir en la calle,
como él”….
Internado en el Hospital Italiano, el inmigrante piensa…: “El diariero cuidaría del perro. Y los gringos de la verdulería también: eran paisanos. Seguramente, el cachorro dormiría bajo el carro. No se dejaría llevar por la perrera. Era andariego, pero ¡vivaracho! Lo esperaría ahí, junto al carro”…
A principios del siglo XX en Buenos Aires, las lenguas se entrecruzan buscando afinidades y creando nuevos modismos, las culturas compiten por su predominio, se establecen las diferenciaciones de clases sociales: Conventillos y aristocracia, trabajadores y patrones.
El seno familiar era de estructuras conservadoras y verticalista en su organización, en un mismo techo solían vivir más de tres generaciones de una misma familia. Bajo este cuadro de situación el perro vivía en la periferia del ámbito familiar, la ciudad aun definiendo sus límites barriales, ofrecía espacios abiertos donde el perro familiar era una cuestión de cercanía más que de residencia.
No existía la selección de razas como argumento condicionante en la elección y los animales deambulaban por grandes territorios, donde el hogar era quizá el lugar de descanso diurno y alimento en caso de escasez de
recursos externos.
La atención no estaba centrada en el animal, su mantenimiento e identificación respondía a una operatividad coincidente con la guardia; su  presencia no era gravitante en la cotidianeidad del grupo familiar.

 

Javier Boracchia

Soy Psicólogo Social y Educador Canino, me dedico a la investigación y al tratamiento del vínculo entre el perro social y su entorno de convivencia en un proyecto de mi autoría llamado “El perro urbano”. Considero al perro como un sujeto social de vínculos estables y duraderos que comparte un ámbito de comunicación constante con el hombre, adaptando sus capacidades en un juego de participación funcional en donde influye y es influenciado en forma dinámica. Desde mis comienzos cubro el área de trabajos domiciliarios con un equipo de colaboradores formados en mis cursos, actualmente acabo de terminar mi primer libro.

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