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El perro urbano

LA VIDA SECRETA DE NUESTRAS MASCOTAS

LA VIDA SECRETA DE NUESTRAS MASCOTAS

Hace unos días, el mundo animalista se vio complacido por el estreno de una película animada llamada – “La vida secreta de las mascotas” – que en teoría iba a reflejar y/o satirizar los momentos de la vida cotidiana cuando el perro queda solo en casa.

Voy a hacer un trato con usted amigo lector y aclararle que el término mascota no es de mi total agrado; su origen data del siglo XIX, proviene del vasco/francés y significa “amuleto” y, quienes bregamos por los derechos de un ser vivo, intentamos desterrar la cosificación de todos los caminos posibles hacia el respeto del distinto, camino de una sola vía que lleva a la educación del buen trato.
Pero más allá de la fantasía propuesta y la molestia que me provoca el término, el atractivo del film (al menos en los primeros minutos) fue tomar un elemento original, tan real como cotidiano y resumo en la pregunta cuasi generalizada de todo aquel que haya tenido perro:

¿Por qué cada vez que me voy de casa, mi perro rompe algo?

Pienso dar algunas pistas al respecto, que tienen que ver con el vínculo que un guía y su perro deberían tener para mantener la armonía en la convivencia.
Contemplando siempre que el desarrollo de las emociones se trabajan en un marco de equilibrio y sabiendo que no es una ciencia exacta y que muchas veces aunque superamos las expectativas nos podemos equivocar. Quien no se haya desbordado nunca y/o cometido un exceso, que arroje la primera piedra. Y como no suena ningún vidrio roto podemos empezar exponiendo una verdad sin temor a equivocarnos que no muchos saben:

“EL 80% DE LOS PERROS QUE VIVEN CON NOSOTROS EN LAS GRANDES CIUDADES SON PERROS DE TRABAJO”

Esto significa que, casi la totalidad de los canes que comparten nuestra vida en departamentos, dúplex y demás cuevas modernas han sido originados para ejercer una labor determinada y eso comprende: actividad, movimiento, que lo podemos resumir en “desgaste físico y mental” pertinentes.

A esto le sumamos que traemos a vivir con nosotros generalmente a “un cachorro” y si usted está leyendo este texto y ha pasado por la experiencia de criar hijos, tiene una pequeña idea del grado de la dinámica diaria que tiene una criatura sana durante todo un día, piensen elevado a la enésima potencia si se trata de un cachorro de trabajo. Y mientras su lectura lo trae hasta aquí usted puede estar pensando: – yo no entro dentro de esta norma porque mi perro es mestizo, no es de raza - solo entiendan esta simple ecuación: si esa cruza corresponde a diferentes líneas de razas de trabajo, duplica la apuesta, ¡maximiza su necesidad de descarga! Si partimos de esa base de conocimiento podemos pasar a la segunda chance de perros destructores de hogares, y nuevamente la pregunta iniciadora:

¿Qué relación y/o vínculo tengo con mi animal?

Si el perro duerme con nosotros, come con nosotros y la casa es un libre albedrío de ir y venir, hacer y/o deshacer a voluntad del animal; entonces ¿por qué no puede ser lógico para el perro fastidiarse si es él quien NO está decidiendo quedarse solo? Vamos a una tercera posición: Podemos tener una terraza enorme, un jardín apasionante, un fondo de casa gigantesco, pero el olfato de nuestro perro necesita llenarse con olores nuevos, eso le da información, lo mantiene ocupado, lo calma. Su lenguaje…¿cómo lenguaje? Sí señor, el perro tiene un lenguaje y si no lo cree…¿qué hace leyendo esta fantástica revista? Nuestro perro pide sumar repertorio y experiencia con pares y su vida no puede pasar solamente por el perímetro de casa. Recordemos que nuestro hermoso cachorro se diferencia del resto de los cánidos salvajes del mundo por su característica social interespecífica (relativo a la relación entre dos o más especies diferentes) y es nuestra obligación habituar a nuestro perro a gente y perros desconocidos. Sino el temor a lo nuevo reinará en su mundo interno y no solo será motivo de inestabilidad la presencia de un extraño, estallará ante la angustiante soledad, consecuencia que podrá verse en las quejas de los vecinos ante el ladrido y aullido constante y ni hablar de sillones, mesas y todo lo que se cruce que pueda canalizar su momento dramático.

Quienes estudiamos el comportamiento social de los sujetos evitamos hablar de totalidades: el “siempre” y “nunca” no son parámetros a la hora de explicar los actos, porque cada individuo es un mundo; pero igual me permito terminar mi columna con una contundencia.

COMO VERÁN AMIGOS, LA VIDA SECRETA DE NUESTROS PERROS A LA HORA DE QUEDARSE SOLOS EN CASA DEJA DE SER TAN SECRETA SI NOSOTROS NOS TOMAMOS LA RESPONSABILIDAD Y EL COMPROMISO DE SABER LAS NECESIDADES DEL COMPAÑERO DE VIDA QUE ELEGIMOS, PORQUE EL PERRO NO GUARDA OPINIÓN AL RESPECTO Y POR ENDE, SIEMPRE SOMOS NOSOTROS LOS QUE DEBEMOS ASUMIR LOS ERRORES O LOS DAÑOS COLATERALES DE NUESTROS PERROS Y NUNCA COMETER LA INJUSTICIA DE CULPAR AL ANIMAL.

Javier Boracchia

Soy Psicólogo Social y Educador Canino, me dedico a la investigación y al tratamiento del vínculo entre el perro social y su entorno de convivencia en un proyecto de mi autoría llamado “El perro urbano”. Considero al perro como un sujeto social de vínculos estables y duraderos que comparte un ámbito de comunicación constante con el hombre, adaptando sus capacidades en un juego de participación funcional en donde influye y es influenciado en forma dinámica. Desde mis comienzos cubro el área de trabajos domiciliarios con un equipo de colaboradores formados en mis cursos, actualmente acabo de terminar mi primer libro.

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