Y no nos fue difícil; generosa y humilde en su discurso, nos abrió el corazón como sólo los grandes pueden hacerlo. Ni siguiera quisimos preguntar, la dejamos “ser” y mostrarnos su profunda conexión con la profesión.
Conmovidas por su relato, esperamos sencillamente, que ustedes lo disfruten tanto como nosotras.
“Siempre me gustó curar…
Yo no sabía cuánto uno puede amar a un perro o un gato, hasta que lo tuve. Ese fue mi primer gran descubrimiento. La plenitud que produce cuidar y ocuparse de otro, hace que muchas cosas cobren sentido.
Esta vocación de servicio unida al amor por los animales, seguramente despertaron en mí la posibilidad de ser veterinaria. Cuando era pequeña sentía que todos los perros y gatos abandonados me seguían a mí, ¡qué increíble! Con los años me di cuenta que no me seguían, yo los veía. Una fuerza incontenible me llevaba a ocuparme de ese ser, casi sin poder pensar en otra cosa. Me subía a la bicicleta y pedaleaba a toda velocidad hasta el consultorio del veterinario, que como un mago para mí, siempre resolvía el problema.
Ser médica veterinaria, sumó felicidad a mi vida.La medicina tiene un valor agregado, y es justamente curar. El beneficio es tanto parael que se cura como para el que ayuda en ese proceso. En el caso particular de los pequeños animales, logré un acercamiento a los niños y a sus familias, que aman a sus perros y a sus gatos, sólo porque siento lo que ellos sienten, y me es tan importante la felicidad de ese animal que no está bien, como la de su familia.
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