Allá por 1850 en nuestro país si algo había en abundancia era territorio y animales, pero no médicos veterinarios, los pocos que ejercían provenían del exterior y no podían cubrir las necesidades del momento.
En 1881 los estancieros argentinos a través de la Sociedad Rural solicitaron una escuela de Ciencias veterinarias, porque pensaron que era mejor formarlos acá que importarlos del extranjero.
Y fue durante el gobierno de Dardo Rocha, donde ya funcionaba la Escuela Práctica de Agricultura, que comenzó a funcionar el Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria, estaba ubicado en el predio de la Estancia de Santa Catalina en la localidad de Llavallol, partido de Lomas de Zamora, Pcia. de Buenos Aires.
El 6 de agosto de 1883 comenzaron las clases, 18 inscriptos se prestaban a rendir examen par, no todos lo lograron. Y otro 6 de agosto pero de 1888 se entregaron los primeros tres diplomas de “Competente en la Ciencia Veterinaria” a Custodio Martínez de Mendoza, Calixto Ferreyra de Catamarca y José María Leonardo Agote de Buenos Aires. Siendo ellos los primeros Veterinarios argentinos. Al año siguiente se agregaron a este grupo 6 más.El éxito obtenido motivo para que se le preste mayor atención al nivel de estudios que se dictaban en Santa Catalina. Se comenzó a trabajar en un proyecto de Ley para crear la Facultad de Agronomía y Veterinaria y darle así nivel universitario a la carrera.En 1890 se muda el Instituto de Santa Catalina a La Plata para funcionar allí como la primera Facultad de Agronomía y Veterinaria.
Tan solo once años tenía cuando al llegar de la escuela veo caer a mi gata Luna, de 2 años de edad, desde el 7mo piso de mi edificio… Sin pensar tomé a mi gata y la llevé corriendo hasta su veterinaria, María José Chaud.
La misma la internó y me dijo que vaya a casa. Al no querer dejar a Luna sola, me quedé el día entero aguardándola en la sala de espera… Nunca voy a olvidar la llegada de una perra con trabajo de parto, María me pidió que la ayudara a recibir a los cachorros. Uno a uno me los pasaba y yo los secaba y les daba calor.
Fue una experiencia inigualable y que marcó el destino de mi vida…
Finalmente Luna vivió 17 felices años a mi lado y gracias a ese experiencia hoy ejerzo mi profesión con orgullo y pasión.
Sueño cumplido!
Mariela Perez, médica veterinari