Es por eso que cuando pasé a vivir solo, la primera regla de mis dominios fue: “mi vida con un perro” y un amigo me regaló a mi elección un cachorro de una camada de 9 hermosos hermanitos y me quedé con el más débil, con el que tenía todas las chances de no llegar a ser un perro. ¿Qué por qué elegí justo ese?, porque cuando lo vi separado y caído… volví a tener esa sensación indescriptible…
Cuando hace unos 8 años me enteré de las carreras de perros, primero lo descreí, luego fui enterándome del tema con más detenimiento, conocí gente increíble y gente de no creer , hasta llegar al fondo de sus miserias mismas. Por suerte además conocí heroicas mujeres rescatistas, abogados animalistas que formalizaron reclamos y exigían respuestas desde lo legal. Supe de médicos veterinarios que hacían horas extras para revivir lo imposible, conocí también asociaciones que cruzaban provincias enteras para conseguir familias temporales que ayuden a recuperarlos y a que vivan el resto de sus vidas en el seno de familias definitivas… cómo no sentir una sensación indescriptible…
Tengo la suerte a veces de trabajar en medios de comunicación y un día, un eslabón de esta maravillosa cadena me pidió un espacio, me hizo comprender que yo podía ser parte, que todos, aunque no nos conocíamos los unos a los otros, si tirábamos para el mismo lado, podíamos ser una unidad con un solo objetivo… y tuve otra indescriptible sensación…
Pusimos a las carreras de Galgos en la mira del maltrato, nos enfrentamos con inteligencia a los más pesados, desnudamos la terrible violencia galguera, en todas sus formas, fuimos a todos lados, hablamos con todos los que podíamos…. O al menos, con los que nos quisieron atender… Todos nos movíamos de manera justa, sin saber a quién teníamos al lado, pero con la claridad de entender adonde queríamos llegar…. Y eso no dejaba de causarme una sensación indescriptible….
El histórico 17 de noviembre del año 2016, la Cámara de Diputados convirtió en ley el proyecto para prohibir las carreras de galgos en todo el territorio argentino y que castiga con penas de hasta 4 años de cárcel y multas de hasta 80.000 pesos a quien realice, promueva u organice la actividad.
Vivimos en la República Argentina, un país que no da tiempo a los festejos de logros adquiridos. Porque ahora viene la etapa más difícil, hacer que se cumpla la Ley, que se acepte lo establecido, que se desmadeje la telaraña de connivencia y corrupción en todos los niveles de esta práctica que ayer era cruenta e inexplicable y hoy es ilegal.
Lo más asombroso de esta historia es que cada uno de los que hemos participado podemos contarla de manera diferente pero siempre nos acompañamos, aunque no supiéramos uno del otro, hasta abrazarnos en cuerpo y alma en este final de una primera etapa.
Esto es una semilla entre tanta tempestad, es un punto de partida valiosísimo que quizá no logramos aún entender que lo hicimos, todos juntos, en paz y por una causa justa. Pasamos por encima de todas las barreras que nos pusieron … eso tiene que ser un aprendizaje y eso …. no deja de crearme una sensación…. indescriptible.
Javier Boracchia
Soy Psicólogo Social y Educador Canino, me dedico a la investigación y al tratamiento del vínculo entre el perro social y su entorno de convivencia en un proyecto de mi autoría llamado “El perro urbano”. Considero al perro como un sujeto social de vínculos estables y duraderos que comparte un ámbito de comunicación constante con el hombre, adaptando sus capacidades en un juego de participación funcional en donde influye y es influenciado en forma dinámica. Desde mis comienzos cubro el área de trabajos domiciliarios con un equipo de colaboradores formados en mis cursos, actualmente acabo de terminar mi primer libro.